Caminar por el mercado, sentir sus olores, esquivar las miradas, hacerte un hueco entre los cuerpos que te empujan, entre la masa. Una de las sensaciones más agradables con la que disfruto en esta gran ciudad.
Las verduras, la fruta, todo me seduce. Me detengo unos instantes, cierro los ojos y escucho ese ruido tan característico. No sé para donde mirar, porque lo quiero ver todo. Mire donde mire está sucediendo una historia. Adoro contemplar cada detalle, cada momento... Admiro la constancia y la sonrisa permanente de quienes cada mañana a la misma hora salen a venderlo todo, a vender sonrisas, a vender su tiempo...
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