Aquella tarde, ella vino caminando desde su casa porque su sobrina se encontraba mal. Fue un gesto precioso.
Ultimamente ya no caminaba tanto, porque las piernas le dolían, ya no era lo que había sido, pero ella no quería darse cuenta. Siempre a la misma hora salía a pasear. Su paseo, su merienda. Comía a escondidas. Tenía un cajón secreto donde guardaba toda clase de tesoros. En lugar de llevar bolso, llevaba una bolsa. Se hacía cada vez más pequeña, sus huesos, grandes y fuertes, se debilitaban con el paso del tiempo. Cuando era joven arrastraba un arado para poder ganarse el pan.
Era una mujer fuerte, de las de antes, de las que ya no quedan. Y era muy especial, tenía la sangre más dulce que nadie tendrá jamás.
Yo la adoraba mucho, a ella y a sus silencios.
Mi tía María, Andratx 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario